ARCHIVO del patrimonio inmaterial de NAVARRA

Cárcar

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  • Denominación oficial:
    Cárcar
  • Tipo de localidad:
    Municipio simple
  • Censo:
    1.049 (2016)
  • Extensión:
    40.00 km2
  • Altitud:
    417 m
  • Pamplona (distancia):
    75.00 Km



Zona no vascófona.

Limita al N con Lerín, al E y S con Andosilla y al O con Sartaguda, Lodosa y Sesma. El yeso es la roca más representativa de Cárcar, cuyo territorio queda incluido entre los afloramientos evaporíticos del Oligoceno y Mioceno de la Ribera. De N a S se distinguen estas tres estructuras halocinéticas: el flanco meridional del anticlinal de Falces; el sinclinal de Peralta, con yesos y arcillas intercaladas de la Formación de Lerín, del Oligoceno-Mioceno; y el anticlinal de Lodosa-Andosilla, con yesos oligocénicos (yesos de Cárcar). Hay que añadir las extensas franjas de aluviones cuaternarios escalonados en diversos niveles de terrazas que jalonan el curso del Ega. Dicho río corta de N a S y un tanto sesgadamente las estructuras geológicas, y entre él y los barrancos afluentes han modelado en los pliegues una serie de crestas y escarpes yesíferos, como aquel que sirve de asiento a la villa (433 m) o el de La Nava (464 m) y la Sesmilla (453 m).
 

Clima 

El clima se caracteriza por las fuertes amplitudes de la temperatura -inviernos fríos, veranos calurosos-, la escasez e irregularidad de las precipitaciones, la aridez y la frecuencia e intensidad del viento. Es parecido al clima de toda la Depresión del Ebro, de tipo mediterráneo-continental. Algunos de los valores medios más importantes son: 12º-14° C de temperatura, alrededor de 450-500 mm de precipitaciones, caídas en 50-60 días, y 700-750 mm de evapotranspiración potencial.

Flora

La cubierta vegetal originaria ha sido muy alterada, choperas y pinares de repoblación ocupan una escasa superficie.

HERÁLDICA MUNICIPAL.Trae de plata y un castillo en su color natural del que ondea una bandera de gules con una cruz de plata. A ambos lados del castillo dos robles de sinople.

CASA CONSISTORIAL. Situada en la Plaza de los Fueros, en la parte más alta de la Villa, junto a la iglesia. Edificio barroco, del siglo XVIII, elevado en tres cuerpos. La planta baja se articula mediante una arcada ciega entre pilastras. Tiene un cuerpo avanzado a su fachada, apoyado sobre pilares, formando una amplia terraza, construida en fechas recientes. En la parte superior del edificio hay un escudo de la villa, en alabastro, labrado en estilo rococó durante la segunda mitad del siglo XVIII. El Ayuntamiento está regido por alcalde y ocho concejales.

HISTORIA. Villa reconquistada por el rey Sancho Garcés I (ca 907), quien construyó en ella un castillo, para asegurar la conservación de la comarca en sus manos. Abd al- Rahman III lo ocupó durante las campañas del 920 y del 924, y en la segunda ordenó su desmantela­miento y quema, dando a entender con ello que era imposible sostener la plaza en manos musulmanas. Es­tuvo de nuevo en posición fronteri­za ante el Islam durante la época en que Calahorra volvió a poder musulmán (¿963?-1045). Se ignora en qué momento la villa pasó de la corona al dominio privado, en que estaba a principios del siglo XIII. Su señor, Pedro Díaz, la empeñó en 1219 al rey Sancho VII, a quien acabó vendiéndola en 1222. Quizás poco después se unificaron las car­gas señoriales de su población en una pecha global o tasada, que se mantuvo casi estable en los siglos bajomedievales. Su proximidad a la frontera explica que los castellanos la ocuparan en 1276 y en 1378-86. Parece que a resultas del con­venio de 1319 los reyes cedieron la iglesia parroquial de San Miguel a la catedral de Pamplona y en 1334 un comisionado papal la incorporó al patrimonio del obispo de Pamplona. Con todo, en 1408 Carlos III cedió el derecho de patronato a mosén Pierres de Peralta el Viejo, a quien había otorgado de por vida el cobro de la pecha (1405). El pro­ceso de retorno de la villa al seño­río particular se había iniciado a mediados del siglo XIV, cuando los reyes comenzaron a enajenar parte de la pecha en forma de donos vitalicios. En 1392 se otorgó toda la pecha a Juan de Domezáin yentre 1414 y 1428 la disfrutó el bastardo real Godofre. Entre 1428 y 1485 la villa perteneció a la familia de los Peralta, aunque con interrupciones como las de 1447 y 1470. A través de dos matrimonios protagonizados por el infante Jai­me de Foix con Ana de Peralta y Catalina de Beaumont, Cárcar pa­só de una a otra familia. Ya en 1495 Luis de Beaumont, segundo conde de Lerín, la incluía dentro de su condado. Durante los siglos XVI-XIX, per­teneció Cárcar al condado de Le­rín, y así permaneció hasta la des­aparición del régimen señorial en la primera mitad del XIX. En 1802 era villa del duque de Alba, pero por­que éste era a la vez conde de Lerín. Consecuentemente, al duque co­rrespondía la jurisdicción civil y cri­minal y la ejercía poniendo alcalde mayor a su voluntad, y el ordinario a propuesta del pueblo. En 1850 tenía una escuela de niños a la que asistí­an entre 60 y 70 y cuyo maestro recibía 3.000 reales al año, una fuen­te de aguas purgantes y diuréticas, 4.000 robadas regadas por el Ega y un molino harinero. El puente aún era de madera. Los montes comunes estuvieron cubiertos de árboles has­ta que en 1763, a instancias de los labradores, el Consejo de Navarra acordó que se dieran a cada uno tres robadas, para cultivarlas.

Durante la primera guerra carlista        (1833-1839), por otra parte, las tropas constitucionales habían con­vertido en fuerte la ermita de Santa Bárbara, situada en una eminencia al norte de la villa, y la propia parro­quia de San Miguel, impidiendo ambas fortificaciones que los partida­rios de Carlos (V) pudiesen penetrar varias veces en la Rioja y baja Nava­rra.

A comienzos del siglo XX, los molinos harineros eran dos, uno con central eléctrica.

Cárcar poseyó un hospital que ya funcionaba en el siglo XVII, des­conociéndose quienes fueron sus fundadores. La dirección del Hospi­tal corría a cargo del Párroco y del Alcalde, quienes en ocasiones nom­braban como administrador a un ve­cino de la villa.

La labor del Hospital se concreta­ba en el cuidado de los enfermos de la villa que acudían a él, al socorro de los enfermos pobres en sus casas, al hospedaje de los transeúntes sa­nos y curiosamente al préstamo, con devolución obligatoria, de trigo de los labradores necesitados.

Además se encargaban de abo­nar al Maestro de la villa, el impor­te necesario para la instrucción de doce niños pobres, enseñándoles a leer, escribir, así como doctrina cristiana. Todo ello era posible gracias a que el establecimiento poseía numerosos pajares, rentas, tierras, y legados procedentes de testamentos, limosnas y otras do­naciones.

La vida del Hospital decayó du­rante la Guerra de la Independencia y sobre todo durante la primera gue­rra carlista. En 1932 la autoridad Ci­vil de Cárcar intentó hacerse con la administración del Hospital, lo cual fue impedido por el párroco, evitán­dose así su desaparición.

También en Cárcar, en 1840, exis­tió la Cofradía de Santiago, encarga­da de socorrer a los cofrades pobres durante sus enfermedades y correr con sus gastos de entierro y funera­les.

CASTILLO: Dominando la villa, hubo en época medieval un castillo, cuyos orígenes se remontan al siglo X. En 1220, Sancho el Fuerte lo to­mó, junto con la villa, empeñado de poder de don Pedro Díaz, pasando definitivamente al real patrimonio dos años después. Sancho Pérez de Lodosa aparece como alcaide de es­te castillo y del de Lerín en 1264. Más tarde, en 1276 Martín Ruiz de Aibar, merino, prestó homenaje a la reina doña Juana en la persona de Imberto de Belpuch, condestable de Francia, por ésta y otras cinco forta­lezas de la Ribera. En los últimos años del siglo XIII, siendo alcaide Gonzalo Sánchez de Azagra, la rete­nencia suponía 100 sueldos y 25 cahí­ces de trigo.

En 1300 se reparaban las te­chumbres del castillo y se construía una casa o vivienda dentro del re­cinto. Formaban parte también de la fortificación unas cuevas excava­das en la peña, de origen musul­mán, que se acondicionaron el año 1309, según los libros de Comptos. En 1321 aparece como alcaide Pe­dro García de Zariquiegui, que al parecer continuaba hacia 1340. Posteriormente, hay un período en que el castillo no aparece en la do­cumentación.

Carlos III dio el señorío de la vi­lla, castillo y cuevas a don Godofre de Navarra, en 1414. Posteriormen­te, la reina doña Blanca lo concedió a su doncella María de Peralta, cuando se desposó con mosén Juan, señor de Luxa. En 1430, con ocasión de la guerra con Castilla, defendie­ron la fortaleza 9 hombres de armas y 24 ballesteros, a las órdenes del capitán Beltrán de Lacarra. En 1447, el señor de Luxa vendió el se­ñorío, con licencia de Juan II, a mosén Juan de Monreal por 1800 florines de oro. Posteriormente volvería al patrimonio del rey, quien en 1470 lo cedería de nuevo, esta vez a mo­sén Pedro Vaca. En los últimos años del reinado de don Juan de Labrit, pertenecía ya la villa con su castillo al condestable don Luis de Beau­mont, conde de Lerín, siéndole con­fiscados por sus continuas rebelio­nes e intrigas contra el trono nava­rro. Precisamente esa filiación beaumontesa fue la que salvó al castillo de las demoliciones decretadas en 1516 y 1521. Posteriormente, pasó a la casa ducal de Alba, tras su en­tronque con los condes de Lerín. Hoy no subsisten ni vestigios, por haberse allanado en los últimos años el lugar que antiguamente constitu­yó el emplazamiento del castillo.

Domina el caserío la parro­quia de San Miguel construida en estilo gótico renacentista durante el segundo tercio del siglo XVI con planta de cruz latina, capillas entre los contrafuertes y cabecera poli­gonal, que se cubren con bóvedas estrelladas. El último tramo de la nave, la sacristía y otras dependen­cias son producto de la ampliación del XVIII, atribuida al maestro de obras de Lodosa, José de Abós, que en el año 1718 estaba trabajan­do en la parroquia. A esta época corresponde asimismo el cuerpo de campanas de la torre, asentado so­bre el fuste del siglo XVI donde se engloban restos medievales. El re­tablo de la Virgen del Rosario, de estilo romanista, hecho para cobi­jar la imagen titular del segundo tercio del siglo XVI, se debe al es­cultor estellés Bernabé Imberto, hecho en torno a 1600 con la posi­ble colaboración de Martín de Morgota y la policromía del pintor Bartolomé Díaz de Uterga. Esta obra sirvió de modelo a su colate­ral simétrico de Santa Catalina que ejecutó el propio Martín de Morgota antes de 1617. No obstante, la pieza cumbre es el retablo mayor del templo, de estilo barroco de comienzos del siglo XVIII. Se tra­ta de uno de los mejores ejemplos del estilo churrigueresco en Nava­rra donde, siguiendo las directrices estructurales del retablo de San Es­teban de Salamanca de José Benito de Churriguera, se funden elemen­tos procedentes del grupo de los entalladores tudelanos contempo­ráneos compuesto por Gurrea, San Juan o los hermanos del Río, junto con otros derivados del foco este­llés que representa Juan Ángel Na­gusia. De los primeros deriva la composición general mientras que la influencia de Nagusia se advierte mejor en la ornamentación. El re­sultado es una obra fastuosa, con columnas salomónicas y rico folla­je donde se intercalan querubines, que enmarcan la talla de San Miguel, de estilo barroco, que preside el conjunto. Son asimismo intere­santes una arqueta relicario de es­tilo gótico, hecha en madera y hue­so en el siglo XV, la sillería de coro y el cancel de ingreso, estas dos últimas piezas repletas de ornamentación rococó propia de la se­gunda mitad del siglo XVIII. Algo más tardío es un ostensorio de pla­ta con punzón de Los Arcos. 

Ermitas. En la parte alta del pueblo se conservan ruinas de la antigua ermita de San­ta Bárbara. En dirección a Lerín se emplaza la ermita de Nuestra Señora deGra­cia, antiguamente denominada Nuestra Señora del Regadío. Es una fábrica barroca del siglo XVIII pre­sidida por un retablo de estilo roco­có que se relaciona con los trabajos de Dionisio de Villodas y Lucas de Mena en el convento del Carmen de Villafranca. La Virgen titular, góti­ca del siglo XIV, fue restaurada ha­cia 1980.

Arquitectura civil: El caserío se asienta sobre una escarpada roca de alabastro, alargado, con tres arterias paralelas longitudinales que parten de la plaza de los Fueros y a las que atraviesan otras secundarias. En el conjunto se conservan varias edificaciones barrocas como el Ayunta­miento y algunas otras que lucen es­cudos diversos; entre ellos se reco­nocen las armas de los Sansoain, Corroza, Díaz de Rada, Oxas, Zúñi­gas o Martínez.

Órgano. Cuenta con un ejemplar rococó. Este estilo, que afecta sobre todo a los aspectos decorativos, está muy presente en las cajas de los ór­ganos. De esta época (segunda mi­tad del siglo XVIII) quedan mu­chos, y son los de fachadas más lla­mativas y fastuosas.

Su autor es conocido. Así reza su «secreto»: «Joseph de Mañeru y Ximénez me fecit en Lerín Año 1736. Rueguen a Dios por él». Se ignora quién es el autor de la bella caja. Es lamentable que en fechas bastantes recientes se hubieran vendido unos 123 tubos de fachada.

Cuenta también con un ejemplar de la 2ª mitad del siglo XX. Cuando se introducen cambios fundamenta­les en la estructura y transmisión de los órganos. Poco a poco se va aban­donando el tradicional sistema me­cánico (que hoy en día nuevamente es preferido por muchos organistas) y tras unos años de experiencia del llamado órgano neumático-tubular (maquinaria Walker), se llega al sis­tema eléctrico.

En cuanto a las cajas usadas por estos órganos, a partir de los años 40 se implanta la fachada «sin caja»: la mitad inferior de la misma está pro­tegida por un cajón funcional y la mitad superior presenta los tubos descubiertos, aunque se cuida su distribución artística.