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EL GATICO DE LA TÍA SINFOROSA

  • Audio mota:
  •       - Testimonio
  • Sailkapena:
  •       - Herri ipuinak
  • Ikertzailea / laguntzailea:
  •       - Ekiñe Delgado Zugarrondo
  • Audioaren kokapen:
    Ganuza
  • Informatzaile mota:
    Individual
  • Audioaren informatzaileak:
    Vidán, Gloria y Socorro
  • Audioko agenteak:
    Alfredo Asiáin Ansorena

El gatico de la tía Sinforosa ya estaba cansado de que uno le pegara una patada y otro, también. Hasta que un día se decidió y dijo: –Me voy a marchar por el mundo adelante. Yo ya no me quedo más en esta casa. Antes de irse, le dijo a un perro que también vivía en casa de la tía Sin- forosa: –Yo me voy a ir por el mundo adelante. ¿Quieres venir conmigo para hacerme compañía? –Ah, pues sí; voy a hacerte compañía –respondió el perro. Y entonces se dijeron: –Pero vamos a pasar hambre. –Ah, pues no importa. Una noche le cogeremos todas las longanizas a la tía Sinforosa –maquinó el gato. Preparó, por tanto, una talega de lino blanca y larga de aquellas que ha- bía antes para llevar la harina, cogió el gato todas las longanizas y las me- tió en ese saco. Introdujo además un queso y un pan. Después se marcha- ron por el mundo. Un poco más adelante, se encontraron con una oveja que era también de la tía Sinforosa y que les preguntó: –Gatico y perrico, ¿dónde vais? –Pues nos vamos por el camino adelante –le respondieron. –¿Queréis que vaya con vosotros? –les preguntó ilusionada. –Sí, puedes venir con nosotros –accedieron amablemente el gato y el perro. Por lo que se juntó con ellos. Más tarde, iban por el camino y se en- contraron con un burro que les inquirió: –Gatico, perrico y ovejica de Aramendía, ¿dónde vais por el camino? –Pues nos vamos de casa –respondieron decididos. –¿Queréis que vaya con vosotros? –les solicitó el burro. –Sí, puedes venir con nosotros –le admitieron amablemente. Por lo que también se fue con ellos. Más adelante, se toparon con un gallo que les solicitó si podía ir con ellos, a lo que respondieron que sí. Se unió a ellos y, entonces, el gato, el perro, el burro y el gallo fueron cami- nando y caminando sin descanso por el camino adelante, hasta que encon- traron una casa donde poder descansar. Entraron sin saber a quién perte- necía, pero, enseguida, descubrieron que era la casa de unos ladrones. Al darse cuenta, dijeron preocupados cuando caía la noche: –Van a venir los ladrones. En la chimenea todavía calentaban unos rescoldicos. Entonces, se puso allá el gato, porque los gatos centellean de noche. El gallico se subió al pa- lo del gallinero. El perro se puso al otro lado de la gatera, por si acaso ve- nían los ladrones. El burro se situó en la cuadra. Y la ovejica, por último, se quedó en la entrada. Al rato, se acercaron a la casa dos ladrones. Uno de ellos se quedó en la calle, mientras el otro entraba por la ventana. Para conseguirlo, el que es- taba fuera le ayudó a subirse a sus hombros donde el otro se puso de pie. Una vez que estuvo dentro, fue al fuego, para coger la brasa para iluminar la casa. Cuando se aproximó, el gato centelleó con los ojos, se le echó en- cima y le arañó. Corrió asustado y se acercó a donde estaba el gallo que le picó. Escapó entonces hacia la cuadra donde el burro le dio un par de co- ces. Se dirigió después a la entrada para huir, pero allí estaba la oveja que le golpeó con la testuz. Por último, cuando ya consiguió abrir la puerta, el perro, que estaba apostado en la gatera, le mordió. Por fin, cuando salió despavorido el ladrón que había entrado en la ca- sa, le decía al otro que era una casa embrujada y que corrieran.